viernes, 3 de septiembre de 2004

Orden

Un perro que vagabundea en la madrugada, buscando un rastro que le devuelva a su casa. Un hombre que camina solitario soñando un amor que le espere en un lecho caliente con sábanas limpias y recién estrenadas. Una mujer que se desliza por la acera, como una gota de agua por el cristal. Luces que se encienden a lo lejos. Un autobús vacío que transporta cansancio. El sol que tiene hambre de luz, de color, de higos. Una casa que parece un castillo, refugio de los indolentes. Pájaros que despiertan y agitan sus alas, como besos blandos. Unos pasos sin dueño, condenados a vagar. Un azar que espera la consumación de la mañana. Los dados echados en la tierra fresca. Una voz que grita de dolor. Un tren que pasa veloz sin detenerse hacia el puerto cercano. Buques insomnes que chocan contra la noche en una dársena triste. Una idea que transpira, se cansa y se echa a dormir. Un no sé en un quizás en parte alguna. Una duda cartesiana que salta y brinca, como un caballo azorado. Un retrato de Rembrandt, una mano de Chillida, un verso colgado de una rama. Una revista antigua, abierta en canal, desentrañada, sin misterio. Un juguete abandonado en una esquina. Una canción que suena en el altavoz de la mente. El rocío que quiere ser río y luego mar, para inundar los oscuros deseos. Palabras que se dicen para consuelo de uno mismo. Amanecer. Rotos contornos de la luz. El perro que ha encontrado el rastro hacia su casa. Una rosa que tiembla. Hortensias como banderas azules. Un corazón que late sin prisa... Felipe Juaristi

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