miércoles, 27 de julio de 2005

Yo disfrazada



No lo vas a pasar bien, me dijo Eddie, quien momentos antes había surgido de mi cabeza como si fuera un apéndice más. Estaba sentado justo enfrente mío y ni siquiera se me figuraba atractivo, después de todo se trataba de mi conciencia disfrazada.

No lo vas a pasar bien, insistió, nunca has sabido aceptar las buenas palabras de nadie. Eres extraña, ¿sabes? cualquier persona moriría ante las críticas negativas, pero tú no. Te dan fuerza y ambición. Pareces masoquista, de verdad. Hice un gesto leve con mis labios, como una medio sonrisa. Qué curioso, pensé; qué, contestó. En ese preciso instante me percaté de que, al tratarse de parte de mi, tan solo con pensar me podía comunicar con ese ser excepcional. Te tengo ahí sentado y no sé cómo hemos llegado hasta aquí, ¿a qué te refieres?, irrumpió. Ya sabes, a veces te apareces para darme lecciones. Bueno, prosiguió, recuerda que yo solo digo lo que tú necesitas oír.

Y así, tal y como vino, se volvió a marchar. Se introdujo en mi cabeza para quedarse por largo tiempo, casi una eternidad. A veces regresaba para darme consejos, otras para recordarme que la fuerza de mi interior seguía ahí, como un grifo que sólo debía ser abierto.


No hay comentarios: