sábado, 28 de agosto de 2004

Desde mis zapatos

Giré la cabeza sobre mi izquierda en dirección a la ventana. Me di cuenta de que estaba hecha una mierda. No me disgustó porque después de todo ella siempre me tachaba de ser un mierda, así que, ¿de qué me podía quejar?... Justo entonces una caprichosa paloma quiso posarse en el alfeizar. Cambiémonos los zapatos, le dije mentalmente al bicho alado.

¿Entiendes lo que te digo? No me mires como si no hubieras hecho nada. ¡Odio ese gesto estúpido! Siempre es la misma historia, exclamó. Rompió a llorar y entre sollozos entrecortados sólo pudo dar un portazo. Me quedé solo en la habitación, no con menos ganas de llorar, pues estaba seguro de que la puerta se había cerrado esta vez para siempre. Volví a girar la cabeza sobre mi izquierda. Terminará lloviendo, pensé.


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