domingo, 11 de octubre de 2009

Qué noches

Socialmente estaría mejor aceptado que dijera “estoy espesa porque ayer, sábado noche, salí de juerga y me pillé una mierda padre”. Pero lo cierto es que “estoy espesa porque ayer, sábado noche, me quedé dormida en el sillón viendo una película”. Aún me pregunto como podía ser mi sueño tan profundo para no ser capaz de levantarme en toda la noche. De hecho, justo justo recuerdo el momento en el que Jose me echó una manta. De ahí, me voy directa a las doce de la mañana, durmiendo como un lirón.

Recuerdo cuando aún nos estábamos conociendo. Yo acababa de regresar, como quien dice, de una de mis múltiples visitas a Londres, donde terminaba de realizar una entrevista de trabajo tipo tribunal para un hospital. También hacíamos cosas que no estaban socialmente bien aceptadas.

La desmotivación te arrastraba a todo menos a terminar la carrera; a mi el desamor me daba todo menos motivación para buscar trabajo. Por fin habíamos dado, tanto uno como el otro, con una persona capaz de entender la situación personal sin juzgar. Era un tesoro. Yo llevaba años sin probar una gota de alcohol, exceptuando la copa de champán que mis padres año tras año me obligaban a brindar en Año Nuevo. Os conocí, y de la noche a la mañana, entre jam sessions y juergas desinhibidas empecé a ingerir alcohol. Qué noches. Todos habíamos dado con personas afines, perdidos en un momento de introspección. Ninguno nos juzgábamos. Entre semana nos íbamos de bares hasta altas horas de la mañana. El fin de semana, cuando llegaban los vampiros, nos encerrábamos en el local de ensayo hasta bien entrado el amanecer. Así aprendimos a ser uno mismo.

Estoy espesa porque ayer, sábado noche, me quedé dormida en el sillón viendo una película. Llámame carca, aburrida o lo que quieras. Yo no tengo que aparentar ni demostrar nada a nadie. Estamos en pleno puente. Hoy pondremos el amplificador con bien de distorsión.

No hay comentarios: