miércoles, 14 de octubre de 2009

Chica de pelo cobrizo

Estando una chica de pelo cobrizo sentada en una enorme ventana, imaginé una fachada de color verde botella que plasmara mejor el instante. Lucía un vestido gris y leotardos a rayas que, desde mi asiento en la terraza de una cafetería, parecían unos muelles que estuvieran apunto de propulsarla. El viento agitaba las hojas de un árbol próximo y hacían de la ventana, un encuadre, un marco perfecto de la estación otoñal. Pude ver el café que sostenía sobre mi mano derecha, de frente, como una fotografía. Ese café se anteponía en la imagen y detrás se apreciaba el pórtico de una iglesia. Curioso. Casualidad. Sonaba solemne, de manera aleatoria, un cuarteto de cuerda en mi reproductor de música. Ahora llega el pizzicato, pensé.

Volví los ojos hacía la chica. Sus cabellos rizados ondeaban con el viento. En ese preciso instante se echó a volar. Y yo la envidié.

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