martes, 20 de abril de 2010

El otro lado

Arrastró a Lucio por el pasillo, dibujando un camino abermejado a su paso. Nada le hacía presagiar que estuviera siendo vista desde fuera.

Los mismos pies que una vez encontró graciosos, ahora se le presentaban toscos y difíciles de manejar. ¿Estará inconsciente?, se preguntó. Después de todo se sentía demasiado nerviosa para apreciar la respiración en su pecho. Tampoco le quedaban fuerzas para seguir cargando con él. Un momento, se dijo, ¿qué está pasando?; solo sus sucias manos supieron ausentarla del islote de locura en el que estaba inmersa. Un sollozo casi interminable salió de su garganta. Lloró. Pataleó.

Ya no había marcha atrás: la casa era ya un reguero de sangre. El corazón maltrecho se le escapaba por la boca, cual trucha saltando río arriba a desovar. Volvió a agarrar de sus pies, cogió más allá de sus rodillas, tiró con todas sus fuerzas hasta ver que los brazos se extendían en el suelo. Sintió gozo al percatarse, una vez más, de lo que estaba haciendo. Después de todo ella siempre se había visto en situaciones similares y el destino la había provisto ahora con la malicia suficiente para verlo desde el otro lado.

Mientras tanto, y como ya dijéramos al principio, alguien miraba desde fuera. El alguien, lo suficientemente ajeno a la circunstancia como para confundirla, juzgaba atónito lo que contemplaba. Bastó un desafortunado estornudo para delatarse.

Ambos cruzaron sus miradas y supieron que a la postre, nada volvería a ser igual.

No hay comentarios: