jueves, 4 de marzo de 2010

Frontispicio de lo nuestro

Sentado inmóvil al otro lado de la mesa, distante, perdido en el mundo que le daba el libro. Se había entregado a otra realidad, la que no le observaba. Por un momento quitó la vista de las letras y advirtió que el agua caliente se había teñido ya del color de la tisana. Sopló y dio un sorbo. El gesto de su cara dijo que aún estaba demasiado caliente. Continuó leyendo.

Es extraño cuando vas en autobús, estás en un establecimiento o simplemente observas sentado desde un banco en la calle. Fijas la mirada en alguien, pronto reparas en otra persona que también observa a ese alguien y de pronto, te ves envuelto en la circunstancia de ser una tercera persona que ve la estampa.

Miré por el ventanal de mi derecha, giré la cabeza más allá de mi izquierda. Por un momento pensé que me habían descubierto y que yo estaba encerrado en la escena de esa tercera persona que nos miraba a nosotros dos. Noté el calor en mi cara.

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